Bitácora de una Pandemia
Clara Espinoza Cavour
Chile

Bio
Clara Espinoza Cavour, chilena, matrona jubilada, oriunda de Calama y de la etnia atacameña.
Fotógrafa titulada del Instituto Alpes de Santiago.
Disfruto viajar, fotografiar paisajes, eventos culturales y patrimoniales.
TALLER ESCRIBE SOBRE TU PROYECTO
TALLERISTA ANDREA HERRERA
PROYECTO
SÚTIL PRETÉRITO DE LAS COSAS MUERTAS
“Sutil pretérito de las cosas muertas.
Siguen vivas, continuando, en la memoria de
uno y sin embargo ya no son .”
Sergio Chejfec.
Hago un recorrido por mi casa natal.
Visitar mi casa natal es una experiencia enriquecedora no solo porque me trae gratos recuerdos, sino también porque tengo un fuerte sentido de pertenencia con ella. Es así como sus largos pasillos, altos techos y múltiples ventanas me conectan con el pasado cálido de mi niñez y juventud, con la época de bondad y buen humor de mi abuelito, con inolvidables momentos que viví con mis padres y hermanos. Al recorrerla veo como han transcurrido los años y el inmueble se mantiene casi intacto así como el cariño que mantiene unida a nuestra familia, amor fraternal que nos une a pesar del paso del tiempo y las distancias.
Sigo caminando, observo algunos muros y pisos desgastados por el paso del tiempo.
Veo la mesa redonda en donde compartimos comidas entre risas y también entre llantos, esa antigua mesa que aún recibe amablemente a las visitas en la confortable cocina.
Luego entro a lo que fue mi dormitorio, subo la escalera, revivo las conversaciones y risas de complicidad con mi hermana, cuando nos contábamos nuestros proyectos de vida en el ámbito amoroso y profesional. Fue entonces cuando vi mi cama y nuevamente sentí su placidez, especialmente cuando llegaba a dormir después de un extenuante turno de noche.
Finalmente atravieso por la galería, pasillo largo e iluminado y llego al patio.
Ahí aún está el único árbol de la casa, un aromo. Aromo que sobrevive al clima desértico de mi amada ciudad de Calama, testigo de mi memoria que cada vez que estoy frente al verdor sus hojas me recuerda que aún pertenezco a esta cálida casa.
Pues bien, esta calidez, no es por generación espontánea, sino por la presencia constante de mi padre que la mantiene viva e iluminada.
La luz que alumbra mis recuerdos no se apaga, es el amor de mi padre que con su piel arrugada, su cuerpo desgastado y su mente lúcida siempre me recibe con los brazos abiertos cada vez que regreso a mi casa natal, mi hogar por 33 años. Lugar abierto a los encuentros de una familia que creció, ubicada en el centro de la ciudad, en la calle Vargas 1936.



